¿Un vistazo?

Él a Ella  ó  Él a Él  ó  Ella a Ella  o  bien  Ella a Él:

-¡No importa lo que me digas! ¡cállate ya! ¡Si lo que dices no es verdad, no sé, ni puedo saber lo que piensas! ¡No puedo saber con certeza lo que hay dentro de esa cabeza! ¡Te odio! ¡Tampoco sé si lo que sientes por mí es verdadero o no! ¡No puedo entenderlo! ¡¿cómo puede caber tanta contradicción en alguien?!

Ella/Él ó Ella/Ella ó Él/Él o Él/Ella:

-¡Claro que importa lo que digo! sé bien lo que pienso y sé bien lo que siento; pero también sé bien que algunas cosas que hago contradicen todo; lo que digo, lo que pienso e incluso lo que siento. ¿Eres tan infantil como para no saber que la verdad humana no se esconde bajo el encanto de las palabras? nuestras propias palabras. ¿No se te había ocurrido que tampoco se encuentra en el misterio de nuestro pensamiento y sus ilusiones? ¿aunque éste sea ágil, o enciclopédico incluso? ¡Y por Dios o por lo que sea! mucho menos se halla en las profundidades de nuestras emociones y sus vuelos ambiguos. La verdad de uno mismo se encuentra en nuestras repudiadas y amadas acciones. ¡¿Para qué necesitas saber quien soy yo?! ¡No soy ni siquiera quien pienso que soy!, valdría más la opinión de alguien o algo externo que nos viera por fuera y desde su cómoda posición, nos examinara como roedores de laboratorio.

Él a Él/ Ella a Ella responde:

-Te odio... pero te quiero
y te necesito.