¿Un vistazo?

Él a Ella  ó  Él a Él  ó  Ella a Ella  o  bien  Ella a Él:

-¡No importa lo que me digas! ¡cállate ya! ¡Si lo que dices no es verdad, no sé, ni puedo saber lo que piensas! ¡No puedo saber con certeza lo que hay dentro de esa cabeza! ¡Te odio! ¡Tampoco sé si lo que sientes por mí es verdadero o no! ¡No puedo entenderlo! ¡¿cómo puede caber tanta contradicción en alguien?!

Ella/Él ó Ella/Ella ó Él/Él o Él/Ella:

-¡Claro que importa lo que digo! sé bien lo que pienso y sé bien lo que siento; pero también sé bien que algunas cosas que hago contradicen todo; lo que digo, lo que pienso e incluso lo que siento. ¿Eres tan infantil como para no saber que la verdad humana no se esconde bajo el encanto de las palabras? nuestras propias palabras. ¿No se te había ocurrido que tampoco se encuentra en el misterio de nuestro pensamiento y sus ilusiones? ¿aunque éste sea ágil, o enciclopédico incluso? ¡Y por Dios o por lo que sea! mucho menos se halla en las profundidades de nuestras emociones y sus vuelos ambiguos. La verdad de uno mismo se encuentra en nuestras repudiadas y amadas acciones. ¡¿Para qué necesitas saber quien soy yo?! ¡No soy ni siquiera quien pienso que soy!, valdría más la opinión de alguien o algo externo que nos viera por fuera y desde su cómoda posición, nos examinara como roedores de laboratorio.

Él a Él/ Ella a Ella responde:

-Te odio... pero te quiero
y te necesito.

Otto y Mariella

Mariella camina por las calles y canta, lleva consigo una bolsa mediana de color negro con distintivos beige. Sus piernas son llamativas cuando usa esos shorts de mezclilla cortos. Lleva puesta una blusa muy ligera de apenas unos cuantos gramos de peso que a través del algodón blanco, deja entrever su sostén color verde esmeralda. 

No le molesta interrumpir su camino cuando de amigos se trata; siempre está lista para una coincidencia. Mariella comparte la lujuria desde hace algún tiempo con hombres mucho mayores que ella. No le molesta enfrascarse dentro de una contienda sexual donde sea que ésta acontezca.

Ella sueña con ser una prestigiosa cantante de ópera, parte del camino lo tiene ya recorrido; se perfila para grandes presentaciones como solista y como miembro del coro de madrigalistas. A sus 17 años impresiona a la audiencia en la sala de conciertos del conservatorio.

Le chiflan, la miran, la siguen, la cuestionan. Por las calles se escucha su voz de soprano coloratura que acompaña su andar. Es poco habitual escuchar con tanta claridad alguna pieza operística por las calles de la ciudad.

Mariella teme perder la cordura un día y entregarse a sus pasiones perdidamente. Teme perder el sentido común y sobrepasar la barrera del equilibrio. Cada día se mira a ella misma como un ser de creciente insensibilidad ante la humanidad. Mariella dice que Otto, su perro, es lo mejor que le ha pasado en la vida.

Se muda de aquí para allá, comparte el sitio, vive acompañada, vive sola. Tiene un novio pero no se niega a sus vicios favoritos con aquellos a quienes considera merecedores de sus encantos. Se complace mirando a la nada con una rebanada de pay de frambuesa en un café, justo antes de que la lluvia invada la calle. 

Ella no se considera bella, pero ¿Quién necesita de eso cuando se es tan talentoso? Su belleza está en el aire, que a sus ordenes vibra, invadiendo el espacio de sonoridad.

Tu Teatro, mi Teatro

No hace falta haber padecido las calumnias por las que atraviesa un tal Suboficial Beckman ni vivirlas en carne como el propio Wolfgang Borchert para entender que el humanero es el sitio más ficticio y a la vez, el más atractivo. 

Estúpidas convenciones, tontos acuerdos emotivos, engañosos contratos con letras chiquitas, adictivo imaginario, el deseo, el deseo, el deseo...
La bondad no te pertenece, la maldad es sumamente atrayente... han ocultado la verdadera naturaleza del hombre y en su lugar la han suplantado con títeres y tambores, con radios... televisores.

El deseo como motor de consumo, el deseo como motor de producción, ¿fidelidad al deseo?... ¡pan y circo!, nada más.

Acuerdos que no firmó cada uno, ficciones que se vivieron antes de siquiera saber que la ficción era posible. Borchert se quedó sin hígado, aparentemente; ¿a tí te hace falta un riñón? Beckman tiene ya una pierna de palo.

Puedes ser un hombre genial, puedes ser una mujer astuta, pero a caso ¿lo suficientemente consciente como para mirar fuera de ti? ¿fuera de tu ficción? Quien de todos los hombres y las mujeres se hallen a sí mismos inteligentes, que utilicen dicha inteligencia para los estúpidos fines que a ellos convengan, porque la inteligencia situada en el humanero no es más valiosa que las banalidades del mismo.

Corre, Brinca; abraza la belleza del rio, únete a sus criaturas, deja ya este reino de humanos que no se atreven a mirar más allá de sus ficciones.

La niña de las colitas

La pequeña lleva dos colitas de cabello a los lados de la cabeza, su madre se las hizo para que fuera más práctico su desempeño en la escuela. Su cabello siempre ha sido rebelde, grueso y negro, muy negro.

-¡Basta! ¡Basta!. Quiere decir ella al niño que le toma fotos a escondidas; pero nunca ha podido hablar cuando de verdad lo necesita. Solo mueve la cabeza y las manos como si un enjambre de abejas la atacaran en el momento que él dispara la cámara.

Ella persigue al niño por todo el patio de la escuela durante el recreo hasta que las maestras la reprenden por molestar a un niño tan bonito. Le gritan, la encierran. 

Algo en los ojos de ella los atemoriza, y su negativa al habla les desespera. Después la liberan cinco minutos antes de volver a la clase, para no sentirse culpables de que la han dejado sin recreo.

Los días pasan. Ella no tiene amigas ni amigos. Sola vaga por el recreo de la escuela, mira las plantas y les sonríe. De pronto y sin aparente razón, la niña se agita en el aire. Entonces las maestras la miran a lo lejos y sienten pena.

Cierto día siente que las abejas están a su alrededor, trata de mirar si el niño está allí, pero no está. Mira para todas partes y lo único que puede encontrar son masas de otros niños corriendo y jugando, pero nadie, absolutamente nadie la mira. Observa el cielo, inmenso cielo...

Un hombre de quizá cuarenta y cinco años mira fijamente una foto impresa. Es la niña de las colitas que le intrigaba en la infancia. Sobre la mesa hay quizá poco menos de quinientas fotografías de la misma niña en distintos momentos, algunas están arrugadas, viejas, manchadas.

Las abejas no existen pero tampoco se han ido y ella no puede tolerarlo. Entonces las maestras la miran a lo lejos y sienten pena. 

La pequeña camina cinco pasos y después esquiva a las abejas. A cada imagen que mira él, ella esquiva las abejas.

¡No puede hacer nada!, las acciones del futuro están afectando su presente y su conciencia es demasiado pequeña como para entenderlo. El hombre, que es el niño en otro tiempo, la mira a través de sus quinientas ventanas. Entonces la pequeña de las colitas corre a una de las ventanas del sótano. Se hace un ovillo y allí deja de sentir a las abejas. 

Él busca desesperadamente una imagen de la niña de las colitas en la ventana del sótano pero nunca tomó una sola de ese preciso lugar.

Las maestras la buscan, no la encuentran.
Pronto la descubrirán llorando hecha ovillo en una de las ventanas del sótano.
Ya han llamado a su madre. Será transferida a otra escuela.

Inmortal

Deshacernos de nuestra individualidad nos permite ser eternos, nos ofrece la eternidad, nos otorga lo perpetuo. Es un tipo de muerte social que a cambio, nos entrega una inmortalidad despersonalizada 

Memoria

En ocasiones los recuerdos vienen a nosotros sin previo aviso y se postran en nuestra conciencia para detonar en nosotros la existencia de otro tiempo, un tiempo que ubicamos como nuestro, un tiempo vivido.

En otras, algunos recuerdos insondables nos atrapan para dejarnos en la incertidumbre de su origen o incluso de su propietario. ¿Es mío este recuerdo? Memorias infantiles quizá, que nos saben ajenas, pertenecientes a un tiempo carente de continuidad, pero que se sienten en la piel, recuerdos sensacionales atados al viento, al sabor de la tierra, al calor del sol sobre la espalda.

Pensamos que nuestros recuerdos siempre estarán allí hasta que descubrimos lo contrario. Llegará el momento de la vejez, si es que llega, y toda esa enciclopedia de experiencias personales comenzará a evaporarse con lentitud, a volatilizarse poco a poco, y aquellos quienes suponíamos que éramos, dejarán de ser, y volveremos a ser niños.

Fantasía

La realidad se crea a partir de la fantasía.  

Esto es distinto a: 

La realidad supera cualquier fantasía. 

En fin, estoy de acuerdo con ambas proposiciones. 

En la primera es evidente que vivimos en las ideas de otros hombres: una casa, una calle, un autobús... todos existieron primero en la mente de su diseñador o creador; un televisor, un par de zapatos, etc. 

En la segunda, donde la realidad supera a la ficción, la cuestión no es navegar entre objetos diseñados, sino de enfrentarse al azar, el cual, por más que queramos controlar está fuera de nuestro orden humano, distinto de la “Fantasía” donde cierta diégesis está ya determinada y es finita. Finita y semi-determinada es la vida de cada uno, una vida - una historia. Es por eso que fascinan las historias, la ficción.

Alameda

Las burbujas de jabón llegaron para quedarse.

La Visita

Alguien llama a la puerta, son visitas inesperadas. Abro, es una familia completa, madre, padre e hijos pequeños. Parecen alegres de estar en esta casa de visita. Me preguntan por Malú y yo la llamo. Sale Malú y los recibe, ellos quedan sorprendidos y sin palabras al verla. Ella titubea un poco pero después pregunta confundida -¿Me buscaban? Y ellos responden que sí pero que la encuentran muy distinta, entonces ella confiesa acongojada que su marido ha muerto recientemente.