Ella dice Dale Dale

-Oye? Si tuvieras todo lo necesario para vivir y no te preocuparas por nada, ¿a que te dedicarías?

-...mmm, a vagar.

-¿A vagar?
   
-Si, a vagar.

Ella dice: "-Dale, dale..." cuando decide terminar la conversación por alguna otra ocupación, ya sea que hable por teléfono o mande textos por algún medio digital, Dale dale, ándale, ok, si, adelante.

Estira las manos y muestra sus dedos enternecedores, dedos que coronan unas pequeñas manos conmovedoras. Estira las manos y no dice nada a su interlocutor que está sentado justo en el otro sillón individual de la sala.

Él la toma de ambas manos con las suyas y trata de llevarla hacia si. Pero ella se resiste y solo sonríe.

-¿Quieres venir o quieres que vaya?

Ella solo muestra un poco más los dientes blancos de una maravillosa sonrisa.

-Esta bien, voy, hazme un lugar. Dice él.

Ella se levanta y le permite acomodarse a su gusto para después sentarse en sus piernas. Se abraza a él, se acurruca, y ambos toman el té de soya.

El té en esa sala siempre ha tenido el mismo efecto en ellos, un sopor delicioso que los obliga a cerrar los ojos y compartir lo estático del sitio junto con esa planta que funge de adorno a la vez que de mascota.

Ella queda desvanecida es sus brazos y él la sigue en un sueño compartido. Una puerta que se abre repentinamente en el sueño, los hace brincar al unísono, pero eso no es lo suficientemente fuerte como para despertarlos del todo. Cada cual por su lado, naufraga en un sueño casi involuntario. Él cabecea y ella abre la boca mientras las cosas, quietas allá afuera, ven la luz pasar por los polvosos balcones del lugar.

Ella no dice nada cuando decide terminar la conversación, simplemente cuelga el teléfono o con un parco y escrito “ciao” termina la conexión.