Cadavre exquis

Son más de las diez. Comencé a sentir cierta incomodidad en ese jardín. Hice bien al despedirme. La vieja me vio fumando y no está de acuerdo en ello, lo sé, aunque no lo diga directamente y apele a mi apariencia física para hacérmelo ver de forma distinta.

Ya afuera me siento mejor. Vladimir adivinó que iría a visitar a unos amigos. Pensé que no habría nadie porque las luces estaban apagadas, saludé a todos, incluso a los animales. En un principio me sentí algo ajeno, despistado. Luego cierta elocuencia excesiva me invadía al punto que Fernando comentó que yo parecía haber consumido cocaína. 

En La Tregua me esperaban el director Padilla y su asistente Contreras. El tema del erotismo me gusta pero es demasiado trillado y más dentro de este espacio que ha sido plagado de desnudos frecuentemente. Estela, la mujer de Padilla, me hizo entender sin sutileza alguna que es inevitable tener que callar a un invitado ajeno que opina sobre un asunto que no le incumbe directamente.

Después, imposible llegar a CU, las calles cerradas. He caminado desde Balderas a la casa, tuve que volver dejando el coche botado. En mi camino a pie, me he dado cuenta de las innumerables cosas que uno se pierde por andar montado en un vehículo, de las incontables historias que se pueden recoger con la charla de la gente, de la atención que han perdido las cosas.

Canto repetidas veces ese grupo de canciones que me han fascinado últimamente. Pero he cantado hasta la nausea... solo quiero silencio y en silencio me marcho en la bicicleta. La noche en el centro es solitaria. 

Me como un par de quesadillas con la hija de la peluquera que ahora me ha llamado despectivamente bebé, porque no quise decirle el nombre de algunos de los ingredientes, porque hoy he bromeado demasiado con las personas, porque hoy he hablado más de la cuenta.

11:48hrs.
Me costó bastante levantarme de la cama, no pensé que fuera tan tarde.